martes, 23 de diciembre de 2008

El deseo




Desde hace algún tiempo, quizá más del que yo creía, pienso en él. El olvido me ha costado muchas noches, muchas fiestas, muchos extraños empezando por mi mismo, pero sólo una tarde y una copa de vino para aceptar lo innato de ese pensamiento, y la insistencia imperecedera con la que pervive.


Pienso en él y en mi, en nosotros, en nuestro pasado, en nuestro inicio, en nuestro engaño y en nuestro futuro ya imposible. Y todavía señalo días en rojo sobre la línea temporal que lleva su nombre, aun sin existir ese nombre, catapultándome al futuro donde se vislumbran dos imágenes de mi. Pero él no aparece en ninguna de ellas.


En la primera me veo a mi mismo en calzoncillos, únicamente cubierto con una bata bajo la cual asoman unos calcetines de algodón grueso. El pelo revuelto y barba descuidada al igual que mi cuerpo, que nunca ha aparecido por el gimnasio al que se asoció meses antes. Acompañado por un gato escuálido que yace sobre una cama deshecha, yo, pasado de kilos y a buen seguro también de vueltas, escribo en la pared del estudio que tuve que arrendar por el embargo de mi perfecto ático en el centro, las notas de mi ópera prima que no acaba de llegar tras tres años de promesas, mientras me lamento por lo que pude llegar a haber sido y no soy.


En la otra me veo elegante, seguro, imponente y tremendamente atractivo, subiendo a un estrado para recoger algún reconocimiento, o dar algún discurso, y agradezco al hombre de mi vida haberme soportado durante tanto tiempo mientras mi mirada pasea entre el público asistente para buscarle, y me devuelve un gesto cómplice cuando le guiño el ojo. Pero ese chico no es él, y no sé si quisiera que lo fuera, y no sé si mejor que no lo sea. Ni sé si todo lo que he hecho y hago hasta el momento también o tampoco tiene que ver con él. Cuando está, cuando no está... cuando no estuvo.


Ahora estoy seguro que ese chico utópico nunca fue él. Pero, ¿por qué?. Es una gran pregunta, seguro, pero hasta ahora siempre me había dado a mí mismo una respuesta errónea que se limitaba a culpar al deseo, porque el deseo es el único al que se le puede acusar de que queramos siempre más, de lo que sea pero siempre más -ojos intensos, quizá claros, cuerpo fibrado, con imperfecciones perfectas, y el culo más prieto, madurez, protección, comprensión, la obediencia precisa, la perfecta pieza que falta para completar la foto-. Hace ya mucho tiempo que caímos a la Tierra, como diría el evangelista.
No digo que mi razonamiento no sea del todo correcto, pero la mentira se presenta siempre con su caramelo, tentadora y necesaria como ella sola. Es mi fé, mi opio y lo único que creo de mi mismo. Así que quizá, en lo que a ese chico sublimizado se refiere, no esperaba a nadie más que a mi mismo disfrazado con otra piel, con esa piel que deseaba, que me obsesionaba e incluso a la que amaba. Posiblemente fuera eso, que sólo buscara a mi mismo en rostro ajeno. Que buscara mi yo en un tu de ensueño. Así es hoy, y así será siempre. En el fondo es lo que todos queremos, ¿no es cierto?. Lo que sucede es que no nos encontramos por ninguna parte, ¿verdad?.
Al menos yo no.
Por eso hay que probar, y seguir intentándolo, y esperar que doblen las campanas por los otros.

2 comentarios:

Mario Catulo dijo...

me encanta "el sueño de la razón..",hay como una sordidez y desencanto....lo he leído mientras sonaba Pink Floyd. ¿Sabes? He encontrado un artículo sobre las relaciones en Antonioni que creo que te gustará. Te lo mando vía mail.
¿Cómo va todo? yo estoy por tierra oscense hasta después de año nuevo.

beso!

Anónimo dijo...

Sí, ya lo había leído..

Y ya me había gustado, claro.

Yo también me imagino recogiendo un galardón...un Oscar!

al Mejor Director por....Los amantes del círculo polar

:)