lunes, 29 de marzo de 2010

Deconstructing Cenzo

Se han dicho tantas cosas sobre él., se ha derramado tinta, emitido documentales, publicado fotografías.... Las más viperinas lenguas amarillas y rosas han saboreado su vida servida en la caja tonta y la han convertido en comida rápida al son de la caja registradora. Tanto se ha falseado que nos sentimos en el deber de explicar aquí quién es él en realidad.
Para empezar aclararemos que no nació en la Toscana –como se ha insistido repetidamente- y que el apodo de “Cenzo” no se acuñó un verano en la provincia de Livorno cuando una oriunda vociferó el nombre del santo al sorprenderle practicando onanismos amorosos en el lavabo de una trattoria. Tampoco es cierto que sus rasgos árabes se deban a que fuera concebido en Melilla en un affaire de su madre con un comerciante de teteras mientras su padre, por entonces en servicio militar, esperaba permiso para salir del cuartel. Nació un domingo de noviembre a las ocho en punto de la mañana en la mediterránea ciudad de Cartagena. Fue cristianamente bautizado el día de santos inocentes en la minera y cantaora villa de La Unión, de ahí su relación con la música, con la minería y, sí, por qué no decirlo, su ingenuidad. Una vez se publicó que a los once años abandonó la Escolanía de Montserrat por negarse a cantar Moon River en un privado con el padre Piqué, y que Pedro Almodóvar se inspiró en este hecho para realizar su Mala Educación. Lo cierto es que nunca formó parte de ningún coro, y quisieramos puntualizar que podía ir perfectamente al campamento sin la necesidad de su flauta dulce… se la facilitaban.
Su abuelo, el reconocido tenor,  fue quien le inculcó el gusto por la música pero no es verdad que éste le obligara, cuando cumplía los cinco años de edad, a cursar estudios de piano y que, por necesidades económicas le hiciera recorrer las realezas europeas bajo el reclamo: “¿Quiere sentirse como Luis XV? Deleite a su corte con el nuevo Amadeus. Tarificación por minuto.” Sí que fue “sugerido” a cursar dichos estudios pero los abandonó a los doce años. Más tarde, y como saben, amplió sus escarceos musicales con la guitarra y el bajo, pero no fue el cizañero que provocó las discusiones entre Frank Black y Kim Deal, ni el divorcio entre Brett Anderson y Bernard Buttler según se ha publicado, y mucho menos el culpable de la carrera en solitario de Geri Halliwell. Igualmente tenemos que aclarar que su interés por el cine no nació  cuando a los ocho años se vestía con un ridículo peto azul, se calzaba los tacones rojos de su tía y canturreaba por el pasillo de su casa tras haber pintado el suelo de amarillo –aunque no hay pruebas fidedignas que lo nieguen. Su pasión por el cine surgió a los doce años, edad en la que visionó El Gran Dictador y pasara, hasta los catorce, enfundándose una capa y escupiendo sobre micrófonos doblados con un bigote postizo. Creemos que sí que existen pruebas gráficas que lo demuestran.

En cuanto a su educación queremos dejar constancia que no hacía negocio con la Infanta Cristina vendiendo  chuletas para los exámenes de Ciencias Políticas, ni que Marichalar fuera un imprescindible en sus fiestas universitarias. Se le ha mencionado como artífice del famoso tres por ciento de Maragall aunque, en realidad, de su etapa como asesor y estratega político se conservan pocas referencias. Sin embargo hay un aspecto de su vida profesional sobre el que, curiosamente, se ha hablado poco y es su dedicación a la industria minera durante diez años. Contrario a los rumores, el que esta ocupación le obligara a renunciar a una plaza en la ESCAC no le provocó adicciones a sustancias dudosas como la arena de piedra caliza o el micronizado de carbonato cálcico, aunque no aseguramos nada respecto al polvo de sílice.

Decidido a hacer y ver cine, el único medio que le permitía ejecutar sus historias era la escritura, así que alternó sus responsabilidades profesionales con proyectos de guiones y novelas, algunos acabados, otros en proceso. Esta etapa no culminó con la colaboración con González-Sinde para Mentiras y Gordas. De hecho no hubo colaboración con González-Sinde por mucho que se haya rumoreado, ni fue él quien seleccionó, bajo esos métodos que preferimos no reproducir aquí, los actores del film.
En cuanto a su vida personal poco hay que decir que no se haya dicho ya. Por lo que sabemos, la leyenda resulta ser un nimio maquillaje de los hechos reales.

Para acabar quisiéramos precisar que no sobornó al Ayuntamiento de Granada para explotar el supuesto yacimiento de oro que se encuentra bajo la Alhambra, ni que pidiera a unos científicos que estudiaran la posibilidad que la BlackBerry formara parte de su cuerpo, y mucho menos que estuviera a favor de las camisetas de lentejuelas.

2 comentarios:

SalvaDior dijo...

GRacias por estas aclaraciones, ahora me quedo mucho más tranquilo.

Alita dijo...

A VER CUANDO NOS VEMOS, ME GUSTA MAS OÍRTELO A TÍ QUE LEERLO, PERO ESTE TEXTO ESTA MUY BIEN.