martes, 4 de agosto de 2009

Capítulo XII




Marcos formaba parte de mi vida mucho antes de que yo lo supiera. Su nombre apareció en mi lista de contactos telefónicos cual errante nocturno. Mi trazo describía sus letras, un conjunto desconocido, unos números no recordados y convencido de que en la vida había cruzado una sola mirada con él. Mi curiosidad al respecto propuso a mi valentía dejar sonar más de dos tonos hasta oír una voz. Ni su fuerte acento francés ni su aparente satisfacción por mi llamada lograron ponerme sobre la pista del por qué de su existencia en mi libreta, pero la conversación confiada y fluida restó importancia a este hecho. Acepté simplemente que esos números debían estar, allí como si la providencia y el azar hubieran dispuesto un encuentro inevitable y la casualidad, buscada o encontrada, hiciera el resto. Sí, quería que estuvieran y me gustaba que estuvieran.

No tardamos demasiado en vernos, y ese encuentro no distó mucho de lo que sería una reunión de viejos amigos. Ni sorprendido ni alterado por su presencia, intentaba desentrañar el enigma de lo lógicamente ajeno del personaje y a la vez lo curiosamente familiar de la situación. Me dispuse a diseccionar su misterio empezando por la reacción de los demás. En la calle hablan las miradas, y percibí que Marcos siempre ha creído poseer una sensibilidad especial para entender ese lenguaje. Él cree deambular en una dimensión aparte, un espacio recorrido por frecuencias que sólo pueden ser percibidas por unos pocos, quizá de ahí su interés por lo no explorado, por el universo y por la aeronáutica. La gente como él dispara su autoestima a bocajarro. Cuando enfoca a otra persona deja a la deriva el concepto que tiene de sí mismo. Si el otro recoge el mensaje en sus mares visuales, Marcos crece, embellece, se siente dentrodelmundo de las miradas recíprocas, compuesto por unos pocos privilegiados. Si, por el contrario, su mirada se difumina en soledad, Marcos se apaga. Pero no sólo proyecta la suya, también percibe cómo navega la autoestima de los demás. Sí, Marcos siente el desordenado oleaje, un mar de posibles amores que se abalanza sobre rostros desconocidos, siquiera llegando a salpicar levemente sus corazones, inconsciente de su efecto sobre los demás. Aunque para Marcos esas miradas son peligrosas. Cree que producen adicción e intenta evitar el daño. Además, a veces llegan a ser demasiado elocuentes y pueden cristalizar la identidad del observado. En tales casos suponen una atribución fundada sólo en el aspecto físico, variable a la que le da una importancia más fundamentada en la salud que en la estética. Pocas veces descubres a Marcos recreándose ante un espejo o dedicado compulsivamente a su imagen. Las miradas de rechazo, quizá también preconcebidas por el físico, contribuyen a la introspección, incluso se podría decir que liberan hacia el interior. Ahora Marcos piensa en los que no pertenecen a ese mundo de las miradas recíprocas, en los paseantes invisibles de la ciudad, en todas esas umbrías sin rostro que no logran desvelar el secreto de su belleza entristecida, en aquellos excluidos de la veleidad cultural que se nos aparecen súbitamente como presencias afligidas, como borrosos espectros de personas olvidadas. Hay días en que él mismo se siente oculto a los ojos de los demás, y entonces no comprende cómo puede haber instantes de tan aguda inexistencia cuando la transparencia y claridad de su mirada sólo irradia vida y más vida. Por el contrario, tampoco comprende lo transparente y desnudo que se presenta ante un desconocido. Ante mi.

Suele dejarse arrasar por cavilaciones sin sentido. Sentado a la mesa de un restaurante observa el movimiento de los camareros, descubre quién es el jefe de mesa y de quién recibe órdenes. Calcula el tiempo entre plato y plato como si la gastronomía razonara bajo silogismos matemáticos. Se deja embaucar por la sencillez escondida a la visión del impropio. Su mente siempre en movimiento, como una abeja obrera zumbando en actividad y nunca bajando la guardia. Se recrea en lo cuantificable de la vida y cuando obtiene una cifra se siente satisfecho como quien resuelve un juego de inteligencia. Puede cavilar sobre el tiempo de espera medio en una cola; calcular las personas que caben en un vagón; calcular el tiempo de vida del sol; contabilizar la cuenta atrás de días para el agotamiento de las reservas mundiales de petróleo… Su condición de Ser metódico todavía llega más allá si se atiende a sus regímenes de mantenimiento personal. Como si de un autómata con voluntad propia se tratase, siempre anda buscando fuentes de energía de la que abastecerse como si su cuerpo fuera una batería recargable en productos naturales. El ir más despacio, el tomarse tiempo para reflexionar o simplemente la necesidad de descansar no encuentran tregua a un pensamiento vivaz e inquieto. Siempre activo, siempre en movimiento, siempre intentando superar a quienes le precedieron ya sea su padre, Platón o Keynes. Y siempre regalando alguna clave que abra puertas a un nuevo concepto de vida, o mejor dicho, una puerta hacia la vida. Una vez me contó una historia. Ejemplificaba perfectamente cómo su cabezonería y su marcha contracorriente, su fuerte creencia en algo o en alguien hacía que se consiguieran sus pretensiones y sus sueños. Está tocado por la suerte, y si alguien recibe de su atención él ofrece la llave para que cada uno de esos afortunados cruce esos umbrales de la oscuridad hacia la luz. Curiosamente, el tiempo que pasamos juntos fue dedicado enteramente a la búsqueda de esas llaves, sin que yo me percatara de ese hecho. Buscamos esas llaves desesperadamente, intentando conseguir unas claves como si formáramos parte de una gincana de sólo dos jugadores. De lo que no me pude dar cuenta es que quizá no había piñata que romper, ni umbrales que cruzar con él. De ahí el fracaso en nuestra búsqueda. Siendo optimista, lo afortunado de que no existieran esas llaves por lo innecesario de las mismas, y cómo esa llave que esperaba recibir fue cambiada por un nuevo nivel de comunicación, algo único para los dos, codificado en un nuevo conjunto de números de los que únicamente yo era conocedor.

Aun así nunca se consigue desenmascarar el misterio que esconde Marcos, o eso es lo que creo. Pero quizá sea yo quien esté empeñado en este débito de empresa inútil: el querer diseccionar algo que no existe porque esté dedicado a descubrir un algo más de lo que hay. El no querer creer que una persona como él pueda hacérseme tan entera, sin fisuras ni doble cara; el estar tan acostumbrado a las máscaras, a los secretos personales, al conocimiento verdadero que en nada tiene que ver con la percepción inicial, parece imposible no desconfiar. No, es imposible que pueda existir alguien como él, sin trampa ni cartón como diría el ilusionista. Debe de haber alguna intención oculta. Debe de existir alguna tara de fábrica dentro de su aparente simple mecanismo de funcionamiento. Tardé en caer en la cuenta que, con gente como Marcos, todas las preguntas caen en saco roto, quedan destruidas y desmontadas, y supe aceptar que no hay pregunta que pronunciar respecto a él ya que, en términos prácticos que podrían conformar su vocabulario, se derrocha una energía tan valiosa como escasa que podría aprovecharse en vivir plenamente el momento en que se está. Me alegro de que estés.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

No voy a poner un comentario muy largo. Solo decirte que, efectivamente, hay que reconocer que me describiste bien, y como me describiste ! jaja de manera perfecta !
es como si alguien me hiciera una autobiografia. es increible !

Alomejor, pongo otro comentario mas tarde, el tiempo de leerlo otras veces ;)

Marcossss

Trieste dijo...

Yo también me alegro de que le tengas, sinceramente.
Por todo lo que comentas sobre él parece una persona sensata, sencilla.
Me hace feliz saberte rodeado de gente así, que rompa tus esquemas y afiance tu sonrisa. :)

salvadior dijo...

Si que hay razón que hay personas sin trampa ni cartón...pero yo creo que siempre se descubren cosas con el tiempo, hasta de la persona de la que menos te lo puedas esperar.

Me das el teléfono del tal Marcos? jajaja